26 de septiembre de 2010

Entonces era verano. Ahora hacía algún frío. Entonces había conocido a Lucho. Ahora volvía a ser asaltada por la necesidad de teclear su vida. Con música de fondo y un cigarro en la mano izquierda. Frente a un espejo que la reflejaba desnuda sobre un sofá cansado. Y así iba soltando piedras amarillas en un río revuelto y violeta, piedras que nadaban tan rápido que hubieran preferido caerse por los dedos. Un cúmulo de sublimaciones, un aglomerado pegajoso de yoes sublimando, sus uñas rojas peleándose sobre el teclado. Entonces supo que no volvía para rellenar un archivo en blanco. Volvía desde algún otro lado. Con exceso de equipaje y un billete doble en primera clase. Con aterrizajes trimestrales, tridimiensionales, triviales, triunfantes.

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